13/2024 ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE GEOTERMIA

El coste real de la energía: ¿tradicional o alternativa limpia?

Todos los productos que consumimos, ya sean objetos materiales o meros servicios, tienen un coste. Dicho coste es, a menudo, muy distinto del precio (o del esfuerzo) que el consumidor paga para adquirir el producto en cuestión. Esta discrepancia se debe a la existencia de los denominados costes ocultos: costes que no se contabilizan económicamente en el momento de adquirir el objeto o servicio pero que más tarde acabará pagando una tercera persona o la sociedad en conjunto.

Daños a terceros, un coste muy oculto…

Un ejemplo que ilustra bien este concepto es el tabaco o las bebidas alcohólicas. El perjuicio para la salud que puede suponer fumar o beber en grandes cantidades se traduce en gastos que derivan de servicios médicos como pruebas diagnósticas y tratamientos. En un sistema de sanidad pública como el español, estos gastos corren a cargo de los contribuyentes que tributan a las arcas públicas. El modo de evitar que esto ocurra se basa en gravar con impuestos especiales estos productos, como ya se hace, de modo que en el precio del tabaco o el alcohol no sólo sea un reflejo del coste de producción. En una economía cada vez más justa y racional, los costes ocultos deben transformarse en valores mercantiles mediante regulaciones y tasas.

Costes ocultos…

Si bien el ejemplo anterior es relativamente simple de analizar cualitativamente (que no cuantitativamente), otros productos presentan una complejidad mucho mayor. En esta entrada vamos a exponer, grosso modo, los costes de los combustibles tradicionales (es decir aquellos basados en la combustión de hidrocarburos), y los compararemos con los costes de las energías alternativas, teniendo en cuenta, claro está, los costes ocultos que a menudo se nos escapan.

Antes de empezar es importante observar que los costes ocultos no afectan por igual a todos los individuos, ya que pueden existir conflictos de intereses que modulen dicho coste. Por ejemplo, para el dueño de una tabacalera, el coste como contribuyente que le suponen los problemas de salud de los fumadores es mucho menor que las pérdidas económicas que implica gravar el tabaco con el impuesto especial (debido a una caída en el volumen de ventas). Es decir, al dueño le convendría (desde un punto de vista puramente económico y simplificando mucho) que dicho coste siguiera oculto. La situación está menos clara para una trabajadora de la tabacalera o para un fumador. A la trabajadora le beneficia contabilizar el coste oculto desde la perspectiva de la contribuyente que es, pero le puede perjudicar desde el punto de vista laboral. Con el fumador pasa algo opuesto: el impuesto especial le perjudica como contribuyente, pero le puede beneficiar si el incremento de precio le ayuda a controlar su adicción y mejorar su calidad de vida a largo plazo.

En fin, si existe esta casuística en relación al valor subjetivo de los costes que hay detrás de una cajetilla de cigarrillos, imaginad con lo que tendremos que lidiar ahora cuando analicemos algo tan vasto como es la energía. Que esta observación sirva para introducir la prudencia y el escepticismo que nos van a acompañar en las lineas que siguen.

Para empezar a valorar los costes reales asociados a la energía, es oportuno clasificarlos en función del tipo de coste. En este sentido distinguiremos los coste sobre la salud, sobre el medio ambiente, sobre la seguridad y sobre las infraestructuras. También es conveniente tomar, como agente principal, los estados más que las personas individuales, de modo que discutiremos las ganancias y las pérdidas de los distintos países en función de si invierten en energías tradicionales o alternativas. Es evidente que agregar las energías tradicionales por un lado y las alternativas por el otro, sin considerar las particularidades de cada fuente de energía en concreto, es algo que no puede llevar a nada muy rigoroso. Sin embargo pienso que puede ayudar a generar un pequeño esquema conceptual de por donde van los costes de cada grupo de energías.

Para fijar ideas y ganar cierto grado de abstracción vamos a suponer que el coste C que supone el tipo de energía E para un país P puede formularse como la siguiente ecuación

C(P, E) = C_{\text{salud}}(P, E) +  C_{ \text{medio}}(P, E) +  C_{\text{seguridad}}(P, E) +  C_{\text{infraestr}}(P, E)

de modo que el cociente

\frac{ C(P, \text{tradicionales}) } { C(P, \text{alternativas limpias}) }

indica los Euros que hay que gastar en energías tradicionales para obtener la misma cantidad de energía que se obtiene invirtiendo un euro en energías alternativas limpias.

Costes de salud…

Para determinar los costes sobre la salud hay que tener en cuenta las sustancias nocivas que se liberan al medio no sólo cuando se hace uso de la energía, también durante su extracción, producción y distribución así como durante el tratamiento de los desechos generados durante estos procesos. Como es bien sabido, la energía basada en hidrocarburos tiene un mayor impacto en este aspecto, ya que durante la combustión se liberan sustancias que afectan el sistema respiratorio de la gente que está expuesta a ellas. Por contra, las energías alternativas son limpias en este sentido. Los costes de este tipo son más importantes en países en los que la industria se concentra en zonas con una elevada densidad poblacional, como en la China, o en países donde haya ciudades con elevados índices de contaminación debidas al tráfico, como pueden ser Madrid o Barcelona.

Costes del medio ambiente…

Los costes sobre el medio son más difíciles de analizar ya que en este apartado no sólo se incluyen los costes directos que puede tener cierta fuente de energía sobre el entorno, sino que también hay que valorar los costes indirectos que se deriven del calentamiento global. Entre los costes directos de las energías tradicionales encontramos, entre otros, la contaminación de acuíferos, la acidificación de los océanos o la deforestación para producir biocombustibles. Las energías alternativas presentan pocos costes directos de este tipo, aunque puedan tener un impacto visual importante sobre el entorno (campos de placas fotovoltaicas, embalses, etc). Los costes ambientales debidos al calentamiento global, que derivan principalmente de un aumento del nivel del mar y de la subida de las temperaturas, son de índole muy distinta según el país sobre el cual pongamos el foco. Por ejemplo, Países Bajos, Singapur o las islas del Pacífico podrían perder buena parte de su terreno, lo que se traduciría en unos costes incalculables. Por contra, países con territorios cercanos al Polo Norte, como Estados Unidos, Canadá, Rusia y Dinamarca (a través de Groenlandia), podrían beneficiarse del aumento de temperaturas ya que el deshielo expondría nuevos recursos y tierras aptas para el cultivo.

Costes de seguridad…

Los costes relacionados con la seguridad son aquellos que se derivan de la volatilidad en los precios de la energía o, en el peor de los casos, de los cortes eléctricos. En este segundo caso las pérdidas podrían ser enormes si se afectasen servicios vitales como la sanidad o la industria. En principio, las fluctuaciones en la cantidad de energía disponible podrían atenuarse mediante el uso de combustibles, ya que son relativamente fáciles de almacenar y pueden quemarse en función de la demanda que haya. Por contra, ciertas fuentes de energías alternativas, como la solar o la eólica, dependen de condiciones meteorológicas específicas, de modo que la producción de electricidad puede ser subóptima si dichas condiciones no se dan. La producción en las centrales hidroeléctricas es más estable a corto plazo, ya que tan sólo depende del nivel de los embalses. A largo plazo, sin embargo, depende de las precipitaciones acumuladas en una determinada cuenca, que es algo mucho menos estable. En este aspecto, la energía geotérmica no tiene rival, ya que las condiciones en el interior de la tierra son prácticamente constantes a escalas temporales humanas. De hecho, la seguridad energética que obtendríamos invirtiendo en geotermia podría ser muy superior a la que tenemos actualmente. El problema ahora es que gran parte de la demanda energética depende de los combustibles fósiles. Las reservas de este material irán a menos con el paso de los años hasta que el sistema entre en una crisis energética de consecuencias muy graves: ausencia de servicios básicos como agua corriente y caída acusada en la producción de alimentos. Para evitar esta situación hay que empezar a cambiar el modelo energético actual hacia otro que no dependa de los combustibles.

Costes de infraestructuras energéticas…

Finalmente hay que considerar los costes relacionados con las infraestructuras necesarias para producir y distribuir la energía. Este punto depende de distintos factores. Por un lado hay el coste material y la esperanza de vida de la instalación. Como estamos interesados en los costes reales de la energía, para valorar el coste material de las infraestructuras hay que tener en cuenta no sólo su coste económico, sino también el impacto ambiental que tiene obtener los recursos para desarrollar la infraestructura. Por el otro lado hay la demanda de un tipo de infraestructura respecto a otra. Una tecnología relativamente marginal será más cara de lo que sería si fuera una tecnología dominante. Esto es así, en parte, porque al crecer el volumen de mercado de un producto, los precios pueden ajustarse sin que ello afecte el beneficio total de la empresa proveedora. Esto quiere decir que tecnologías emergentes como la geotermia, tenderán a abaratarse en los próximos años, haciéndolas todavía más competitivas en el mercado energético global.

Por lo comentado anteriormente queda claro que valorar el precio real de la energía no es algo que se pueda hacer a la ligera. De hecho, no se puede hablar de energías más baratas que otras ya que el coste se ve influido por factores que pueden variar entre distintos países. Dentro del sistema energético de un mismo país, la mejor estrategia es invertir en distintas formas de energías renovables que permitan cubrir la demanda de una forma segura y constante en el tiempo. En un futuro no muy lejano los costes reales por cada kWh obtenido con geotermia podrían ser muy inferiores al coste medio que se paga actualmente por la energía. Este hecho podría significar el punto de inflexión hacia el modelo energético que necesita la sociedad humana.

Carles Barril

Para profundizar en el tema: Hidden Costs of Energy: Unpriced Consequences of Energy Production and Use

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